Ultimas Noticias

miércoles, 30 de abril de 2014

El actor Bob Hoskins muere a los 71 años

El actor Bob Hoskins muere a los 71 años

bob hoskins
La estrella fue nominada al Oscar a mejor actor en 1987 por la película "Mona Lisa".
El actor británico Bob Hoskins murió de neumonía a los 71 años, según informó su agente.
La estrella fue nominada al Oscar a mejor actor en 1987 por la película "Mona Lisa", en la que actuó con Michael Caine y Robbie Coltrane.
Trabajó también en películas como "Quién engañó a Roger Rabbit" y "El largo viernes santo".
"Estamos devastados por la pérdida de nuestro amado Bob", expresó su familia en un comunicado firmado por su esposa Linda y sus hijos Alex, Sarah, Rosa y Jack.
"Bob murió esta noche en paz, en el hospital y rodeado de su familia, después de un episodio de neumonía".
En la misiva agradecieron las muestras de apoyo por parte del público y pidieron respeto por su privacidad.

Del teatro al cine

Hoskins nació en 1942 en el condado de Suffolk e inició su carrera en el teatro a finales de la década de los 60, antes de embarcarse a actuar en cine y televisión.
Además de actor, también dirigió películas como "El Enigma del hechicero".
En 2012 se le diagnosticó el mal de Parkinson, por lo que anunció su retirada del mundo de la actuación. Sus última aparición fue en la película Snow White and the Huntsman.
Hoskins tenía cuatro hijos, dos con su pareja actual, Linda Banwell, y dos con Jane Livesey.

martes, 29 de abril de 2014

Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill volverán a "La guerra de las galaxias"

Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill volverán a "La guerra de las galaxias"

Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill
Ford interpretó a Han Solo en las primeras películas de la serie, Carrie Fisher a la princesa Leia y Mark Hamill a Luke.
El estudio Disney confirmó este martes que Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill retomarán sus icónicos personajes en la nueva entrega de "La Guerra de las Galaxias", donde estarán acompañados por el actor de origen guatemalteco Oscar Isaac.
"Star Wars: Episode VII", estará dirigida por J.J. Abrams y contará también con otros rostros de las cintas originales como Anthony Daniels, Peter Mayhew y Kenny Baker, a los que se suman, además de Oscar Isaac, John Boyega, Daisy Ridley, Adam Driver, Andy Serkis, Domhnall Gleeson y el veterano Max von Sydow.
"Es emocionante y surrealista a la vez ver a los actores de las cintas originales con estos brillantes nuevos artistas juntos para devolver este mundo a la vida, de nuevo. Empezaremos a rodar en un par de semanas, y todos están poniendo de su parte para que los fans se sientan orgullosos", dijo este martes J.J. Abrams.
La película llegará a las salas en diciembre de 2015 y se desarrollará 30 años después de los sucesos acontecidos en "La Guerra de las Galaxias: El retorno del jedi".

Impulso para Isaac

Oscar Isaac
A Oscar Isaac no paran de lloverle las ofertas en Hollywood.
Según destaca desde Los Ángeles el periodista de BBC Mundo Jaime González, la incorporación de Oscar Isaac a este proyecto impulsará la carrera del intérprete de 34 años, al que no para de lloverle las ofertas en Hollywood tras su aparición en la última película de los hermanos Coen, "Inside Llewyn Davis", por la que fue nominado a un Globo de Oro.
Con ese papel, Isaac -quien lleva cerca de una década dedicado al mundo de la interpretación y cuenta con una veintena de películas a sus espaldas- logró que la crítica se rindiera a sus pies no sólo por su actuación, sino también por su habilidad para cantar y tocar la guitarra.
El intérprete -cuyo verdadero nombre es Oscar Hernández- nació en Guatemala de padre cubano y madre guatemalteca.
Siendo un niño, su familia se trasladó a Estados Unidos y se afincó en la ciudad de Miami, en Florida.

lunes, 21 de abril de 2014

Fallece en Barcelona a los 88 años el actor estadounidense Craig Hill

Fallece en Barcelona a los 88 años el actor estadounidense Craig Hill


Fotografía de archivo, del 26/11/2011, del actor estadounidense Craig Hill, afincado desde hace años en Barcelona, que ha fallecido hoy en la capital catalana a los 88 años, según ha informado el diario Ara. EFE

Barcelona, 21 abr (EFE).- El actor estadounidense Craig Hill, afincado desde hace años en Barcelona, ha fallecido hoy en la capital catalana a los 88 años, según ha informado el diario Ara, que cita fuentes familiares.

Nacido el 5 de marzo de 1926 en California (EEUU), Hill destacó en los años cincuenta por sus apariciones en títulos como "Eva al desnudo", "A bayoneta calada" o "Brigada 21" y en 1965 se trasladó a España, donde rodó una quincena de "spaghetti western".

Entre estos filmes se encontraban "Ocaso de un pistolero", el primero que protagonizó en España, "Cazador de recompensas", "Con el corazón en la garganta" y "Quince horcas para un asesino".

En España, participó en una película, "Angustia", dirigida por Bigas Luna, y en otra de Ventura Pons, "Menjà d'amor".

Su último trabajo como actor data de 2003, cuando tuvo un papel pequeño en la película de Óscar Aibar, "Platillos volantes".

Además de su trayectoria profesional, Craig Hill era conocido por ser la pareja de la actriz y modelo Teresa Gimpera, con la que residía en Barcelona.

domingo, 20 de abril de 2014

Lee el primer capítulo de la obra inconclusa de Gabriel García Márquez

La obra inacabada de Gabo, 'En agosto nos vemos'

'La Vanguardia' ofrece el primer capítulo de la novela inédita del recientemente desaparecido Gabriel García Márquez

La obra inacabada de Gabo, 'En agosto nos vemos'
El escritor Gabriel García Márquez fue premio Nobel de Literatura en 1982 AP / Eduardo Verdugo

Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las dos de la tarde. Llevaba una camisa de cuadros escoceses, pantalones de vaquero, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso y, como único equipaje, un maletín de playa. En la fila de taxis del muelle fue directo a un modelo antiguo carcomido por el salitre. El chófer la recibió con un saludo de antiguo conocido y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque y techos de palma, y calles de arenas blancas frente a un mar ardiente. Tuvo que hacer cabriolas para sortear los cerdos impávidos y a los niños desnudos, que lo burlaban con pases de toreros. Al final del pueblo se enfiló por una avenida de palmeras reales, donde estaban las playas y los hoteles de turismo, entre el mar abierto y una laguna interior poblada de garzas azules. Por fin se detuvo en el hotel más viejo y desmerecido.
El conserje la esperaba con las llaves de la única habitación del segundo piso que daba a la laguna. Subió las escaleras con cuatro zancadas y entró en el cuarto pobre con un fuerte olor de insecticida y casi ocupado por completo con la enorme cama matrimonial. Sacó del maletín un neceser de cabritilla y un libro intenso que puso en la mesa de noche con una página marcada por el cortapapeles de marfil. Sacó una camisola de dormir de seda rosada y la puso debajo de la almohada. Sacó una pañoleta de seda con estampados de pájaros ecuatoriales, una camisa blanca de manga corta y unos zapatos de tenis muy usados, y los llevó al baño con el neceser.
Antes de arreglarse se quitó la camisa escocesa, el anillo de casada y el reloj de hombre que usaba en el brazo derecho, y se hizo abluciones rápidas en la cara para lavarse el polvo del viaje y espantar el sueño de la siesta. Cuando acabó de secarse sopesó en el espejo sus senos redondos y altivos a pesar de sus dos partos, y ya en las vísperas de la tercera edad. Se estiró las mejillas hacia atrás con los cantos de las manos para verse como había sido de joven, y vio su propia máscara con los ojos chinos, la nariz aplastada, los labios intensos. Pasó por alto las primeras arrugas del cuello, que no tenían remedio, y se mostró los dientes perfectos y bien cepillados después del almuerzo en el transbordador. Se frotó con el pomo del desodorante las axilas recién afeitadas y se puso la camisa de algodón fresco con las iniciales AMB bordadas a mano en el bolsillo. Se desenredó con el cepillo el cabello indio, largo hasta los hombros, y se hizo la cola de caballo con la pañoleta de pájaros. Para terminar, se suavizó los labios con el lápiz labial de vaselina simple, se humedeció los índices en la lengua para alisarse las cejas lineales, se dio un toque de su perfume amargo detrás de cada oreja y se enfrentó por fin al espejo con su rostro de madre otoñal. La piel, sin un rastro de cosméticos, se defendía con su color original, y los ojos de topacio no tenían edad en los oscuros párpados portugueses. Se trituró a fondo, se juzgó sin piedad y se encontró casi tan bien como se sentía. Sólo cuando se puso el anillo y el reloj se dio cuenta de su retraso: faltaban seis para las cinco. Pero se concedió un minuto de nostalgia para contemplar las garzas que planeaban inmóviles en el vapor ardiente de la laguna. Los nubarrones negros del lado del mar le aconsejaron la prudencia de llevar la sombrilla.
El taxi la esperaba bajo los platanales del portal. Se alejó por la avenida de palmeras hasta un claro de los hoteles donde había un mercado popular al aire libre, y se detuvo en un puesto de flores. Una negra grande que hacía la siesta en una silla de playa despertó sobresaltada, reconoció a la mujer en el asiento posterior del automóvil y le dio, entre risas y chácharas, el ramo de gladiolos que había encargado para ella desde la mañana. Unas cuadras más adelante el taxi torció por un sendero apenas transitable que subía por una cornisa de piedras afiladas. A través del aire enrarecido por el calor se veían los yates de placer alineados en la dársena del turismo, el trasbordador que se iba, el perfil remoto de la ciudad en la bruma del horizonte, el Caribe abierto.
En la cumbre de la colina estaba el cementerio triste de los pobres. Empujó sin esfuerzo el portón oxidado, y entró con el ramo de flores en el sendero de túmulos tragados por la maleza, con escombros de ataúdes y saldos de huesos calcinados por el sol. Las tumbas parecían iguales en el cementerio desamparado con una ceiba de grandes ramas en el centro. Las piedras afiladas hacían daño aun a través de las suelas de caucho recalentado, y el sol duro se filtraba por el raso de la sombrilla. Una iguana surgió de los matorrales, se detuvo en seco frente a ella, la miró un instante y escapó en estampida.
Había acabado de limpiar tres tumbas, y estaba exhausta y empapada de sudor cuando logró reconocer la lápida de mármol amarillento con el nombre de la madre y la fecha de su muerte, veintinueve años antes. Solía darle las noticias de la casa, la había informado con datos confidenciales para que la ayudara a decidir si se casaba, y a los pocos días creyó recibir su respuesta en un sueño que le pareció inequívoco y sabio. Algo semejante le había ocurrido cuando el hijo estuvo dos semanas entre la vida y la muerte por un accidente de tránsito, sólo que la respuesta no le llegó en sueños, sino por la conversación casual con una mujer que se le acercó en el mercado sin ningún motivo. No era supersticiosa, pero tenía la certeza racional de que la identificación perfecta con su madre continuaba después de su muerte. Así que le hizo las preguntas del año, puso las flores en la tumba, y se fue convencida de recibir las respuestas el día menos pensado.
Misión cumplida: había repetido aquel viaje por veintiocho años consecutivos cada 16 de agosto a la misma hora, en el mismo cuarto del mismo hotel, con el mismo taxi y la misma florista bajo el sol de fuego del mismo cementerio indigente, para poner un ramo de gladiolos frescos en la tumba de su madre. A partir de ese momento no tenía nada que hacer hasta las nueve de la mañana del día siguiente, cuando salía el transbordador de regreso.
Se llamaba Ana Magdalena Bach, había cumplido cincuenta y dos años de nacida y veintitrés de un matrimonio bien avenido con un hombre que la amaba, y con el cual se casó sin terminar la carrera de letras, todavía virgen y sin noviazgos anteriores. Su padre fue un maestro de música que seguía siendo director del Conservatorio Provincial a los ochenta y dos años, y su madre había sido una célebre maestra de primaria montesoriana que, a pesar de sus méritos, no quiso ser nada más hasta su último aliento.
Ana Magdalena heredó de ella la esbeltez de los ojos amarillos, la virtud de las pocas palabras y la inteligencia para disimular el temple de su carácter. La voluntad de ser enterrada en la isla la había expresado tres días antes de morir. Ana Magdalena quiso acompañarla, desde el primer viaje, pero a nadie le pareció prudente, porque ella misma no creyó que pudiera sobrevivir a su congoja. Al primer aniversario, sin embargo, su padre la llevó a la isla para poner la lápida de mármol que estaban debiéndole a la tumba. La asustó la travesía en una canoa con motor fuera de borda que demoró casi cuatro horas sin un instante de buena mar. Admiró las playas de harina dorada al borde mismo de la selva virgen, el alboroto atronador de los pájaros y el vuelo fantasmal de las garzas en el remanso de la laguna interior. Pero la deprimió la miseria de la aldea, donde tuvieron que dormir a la intemperie en una hamaca colgada entre dos cocoteros, y la cantidad de pescadores negros con el brazo mutilado por la explosión prematura de los tacos de dinamita. Por encima de todo, sin embargo, entendió la voluntad de su madre cuando vio el esplendor del mundo desde la cumbre del cementerio. Fue entonces cuando se impuso el deber de llevarle un ramo de flores todos los años mientras tuviera vida.
Agosto era el mes más caluroso del año y la estación de los aguaceros grandes, pero ella lo entendió como una obligación de su vida privada que debía cumplir sin falta y siempre sola. Fue la única condición que le impuso a su hombre antes de casarse, y él tuvo la inteligencia de admitir que era algo ajeno a su poder.
Así que Ana Magdalena había visto crecer año tras año los acantilados de cristal de los hoteles de turismo, había pasado de las canoas de indios a las lanchas de motor, y de éstas al transbordador, y creía tener motivos para sentirse como el nativo más antiguo de la aldea.
Aquella tarde, cuando volvió al hotel, se tendió en la cama sin más ropas que las bragas de encajes y reanudó la lectura del libro que había empezado durante el viaje. Era el Drácula original de Bram Stoker. Siempre fue una buena lectora. Había leído con rigor lo que más le gustaba, que eran las novelas cortas de cualquier género, como el Lazarillo de Tormes, El viejo y el mar, El extranjero. En los últimos años, al borde de los cincuenta, se había sumergido a fondo en las novelas sobrenaturales.
Drácula le había fascinado desde el principio, pero aquella tarde sucumbió al trueno continuo del ventilador colgado del cielo raso, y se quedó dormida con el libro en el pecho. Despertó dos horas después en las tinieblas, sudando a mares, de mal humor y sorda de hambre.
No era una excepción en su rutina de años. El bar del hotel estaba abierto hasta las diez de la noche, y varias veces había bajado a comer cualquier cosa antes de dormir. Notó que había más clientes que de costumbre a esa hora, y el mesero no le pareció el mismo de antes. Ordenó para no equivocarse un sándwich de jamón y queso con pan tostado, y café con leche. Mientras se lo llevaban se dio cuenta de que estaba rodeada por los mismos clientes mayores de cuando el hotel era el único, o de escasos recursos, como ella. Una niña mulata cantaba boleros de moda, y el mismo Agustín Romero, ya viejo y ciego, la acompañaba bien y con amor en el mismo piano de media cola de la fiesta inaugural.
Terminó deprisa, abrumada por la humillación de comer sola, pero se sintió bien con la música, que era suave y tierna, y la niña sabía cantar. Cuando volvió en sí sólo quedaban tres parejas en mesas dispersas, y justo frente a ella, un hombre distinto que no había visto entrar. Vestía de lino blanco, como en los tiempos de su padre, con el cabello metálico y el bigote de mosquetero terminado en puntas. Tenía en la mesa una botella de aguardiente y una copa a la mitad, y parecía estar solo en el mundo.
El piano inició el Claro de luna de Debussy en un buen arreglo para bolero, y la niña mulata la cantó con amor. Conmovida, Ana Magdalena pidió una ginebra con hielo y soda, el único alcohol que se permitía de vez en cuando, y lo sobrellevaba bien. Había aprendido a disfrutarlo a solas con su esposo, un alegre bebedor social que la trataba con la cortesía y la complicidad de un amante secreto.
El mundo cambió desde el primer sorbo. Se sintió bien, pícara, alegre, capaz de todo, y embellecida por la mezcla sagrada de la música con el alcohol. Pensaba que el hombre de la mesa de enfrente no la había mirado, pero cuando ella lo miró por segunda vez después del primer sorbo de ginebra, lo sorprendió mirándola. Él se ruborizó. Ella, en cambio, le sostuvo la mirada mientras él miró el reloj de leontina, lo guardó impaciente, miró hacia la puerta, se sirvió otro vaso, ofuscado, porque ya era consciente de que ella lo miraba sin clemencia. Entonces la miró de frente. Ella le sonrió sin reservas, y él la saludó con una leve inclinación de cabeza. Entonces ella se levantó, fue hasta su mesa y lo asaltó con una estocada de hombre.
–¿Puedo invitarlo a un trago?
El hombre se resquebrajó.
–Sería un honor –dijo.
–Me bastaría con que fuera un placer –dijo ella.
No había terminado cuando ya estaba sentada a la mesa, y sirvió un trago en la copa de él, y otro para ella. Lo hizo con tanta habilidad, y tan buen estilo, que él no acertó a quitarle la botella para impedir que se sirviera ella misma. Salud, dijo ella. Él se puso a tono, y ambos se tomaron la copa de un golpe. Él se atragantó, tosió con sobresaltos de todo el cuerpo y quedó bañado en lágrimas. Sacó el pañuelo intachable con un vaho de agua de lavanda, y la miró a través del llanto. Ambos guardaron un largo silencio hasta que él se secó con el pañuelo y recobró la voz. Ella se atrevió a sentar plaza con una pregunta:
–¿Está seguro que no vendrá nadie?
–No –dijo él sin ninguna lógica–. Era un asunto de negocios, pero ya no llegará.
Ella preguntó con una expresión de incredulidad calculada: ¿Negocios? Él le respondió como hombre para que no le creyera: Ya no estoy para nada más. Y ella, con una vulgaridad que no era suya, pero bien calculada, lo remató:
–Será en su casa.
Siguió pastoreándolo con su tacto fino. Jugó a adivinarle la edad, y se equivocó por un año de más: cuarenta y seis. Jugó a descubrir su país de origen por el acento, pero no acertó en tres tentativas. Probó a adivinar la profesión, pero él se apresuró a decirle que era ingeniero civil, y ella sospechó que era una artimaña para impedir que llegara a la verdad.
Hablaron sobre la audacia de convertir en bolero una pieza sagrada de Debussy, pero él no lo había advertido. Sin duda, se dio cuenta de que ella sabía de música y él no había pasado del Danubio azul. Ella le contó que estaba leyendo Drácula. Él sólo lo había leído de niño en una versión infantil, y seguía impresionado con la idea de que el conde desembarcara en Londres transformado en perro. En el segundo trago ella sintió que el aguardiente se había encontrado con la ginebra en alguna parte de su corazón, y tuvo que concentrarse para no perder la cabeza. La música se acabó a las once, y sólo esperaban que ellos se fueran para cerrar.
A esa hora ella lo conocía ya como si hubiera vivido con él desde siempre. Sabía que era aseado, impecable en el vestir, con unas manos mudas agravadas por el esmalte natural de las uñas. Se dio cuenta de que estaba cohibido por los grandes ojos amarillos que ella no apartó de los suyos, y que era un hombre bueno y cobarde. Se sintió con el dominio suficiente para dar el paso que no se le había ocurrido ni en sueños en toda su vida, y lo dio sin misterios:
–¿Subimos?
Él dijo con una humildad ambigua:
–No vivo aquí.
Pero ella no esperó siquiera que terminara de decirlo. Se levantó, sacudió apenas la cabeza para dominar el alcohol, y sus ojos radiantes resplandecieron.
–Yo subo primero mientras usted paga, le dijo. Segundo piso, número 203, a la derecha de la escalera. No toque, empuje nada más.
Subió a la habitación arrastrada por un dulce desasosiego que no había vuelto a sentir desde su última noche de virgen. Encendió el ventilador del techo, pero no la luz; se desnudó en la oscuridad sin detenerse, y dejó el reguero de ropa en el suelo desde la puerta hasta el baño. Cuando encendió la lámpara del tocador tuvo que cerrar los ojos y aspirar hondo con un esfuerzo para regular la respiración y controlar el temblor de las manos. Se lavó a toda prisa: el sexo, las axilas, los dedos de los pies macerados por el caucho de los zapatos, pues, a pesar de los terribles sudores de la tarde, no había pensado bañarse hasta la hora de dormir. Sin tiempo de cepillarse los dientes, se puso en la lengua una pizca de pasta dentífrica, y volvió al cuarto, iluminado apenas por la luz oblicua del tocador.
No esperó a que su invitado empujara la puerta, sino que la abrió desde dentro cuando lo sintió llegar. Él se asustó: ¡Ay, mi madre! Pero ella no le dio tiempo de más en la oscuridad. Le quitó la chaqueta a zarpazos enérgicos, le quitó la corbata, la camisa, y fue tirando todo en el suelo por encima de  su hombro. A medida que lo hacía, el aire se iba impregnando de un fuerte olor de agua de lavanda. Él trató de ayudarla al principio, pero ella se lo impidió con su audacia y su autoridad. Cuando lo tuvo desnudo hasta la cintura, lo sentó en la cama y se arrodilló para quitarle los zapatos y las medias. Él se soltó al mismo tiempo la hebilla del cinturón de modo que a ella le bastó con jalar los pantalones para quitárselos, sin que ninguno de los dos se preocupara por el reguero de llaves y el puñado de billetes y monedas que cayeron en el suelo. Por último, lo ayudó a sacarse el calzoncillo a lo largo de las piernas, y se dio cuenta de que no era tan bien servido como su esposo, que era el único que ella conocía, pero estaba sereno y enarbolado.
No le dejó ninguna iniciativa. Se acaballó sobre él hasta el alma y lo devoró para ella y sin pensar en él, hasta que ambos quedaron exhaustos en un caldo de sudor. Permaneció encima, luchando a solas contra las primeras dudas de su conciencia bajo el chorro caliente y el ruido sofocante del ventilador, hasta que se dio cuenta de que él no respiraba bien, abierto en cruz bajo el peso de su cuerpo. Entonces descabalgó y se tendió bocarriba a su lado. Él permaneció inmóvil hasta que pudo preguntar con el primer aliento:
–¿Por qué yo?
–Me pareció muy hombre –dijo ella.
–Viniendo de una mujer como usted –dijo él– es un honor.
–Ah –bromeó ella–. ¿No fue un placer?
Él no contestó y ambos yacieron pendientes de los ruidos de la noche. El cuarto era sedante en la penumbra de la laguna. Se oyó un aleteo cercano.
Él preguntó: ¿Qué es eso? Ella le habló de los hábitos de las garzas en la noche. Al cabo de una hora larga de susurros banales, ella empezó a explorar con los dedos, muy despacio, desde el pecho hasta el bajo vientre.
Lo exploró después con el tacto de sus pies a lo largo de las piernas, y comprobó que todo él estaba cubierto por un vello rizado y tierno que le recordó la hierba en abril. Luego empezó a provocarlo con besos tiernos en las orejas y en el cuello, y se besaron por primera vez en los labios.
Entonces él se le reveló como un amante exquisito que la elevó sin prisa hasta el más alto grado de ebullición. Ella se sorprendió de que unas manos tan primarias fueran capaces de tanta ternura. Pero cuando él trató de inducirla al modo convencional del misionero, ella se resistió, temerosa de que se estropeara el prodigio de la primera vez. Sin embargo, él se le impuso con firmeza, la manejó a su gusto y manera, y la hizo feliz.
Habían dado las dos cuando la despertó un trueno que sacudió los estribos de la casa, y el viento forzó el pestillo de la ventana. Se apresuró a cerrarla, y en el mediodía instantáneo de otro relámpago vio la laguna encrespada, y a través de la lluvia vio la luna inmensa en el horizonte y las garzas azules aleteando sin aire en la borrasca.
De regreso a la cama se le enredaron los pies en la ropa de ambos. Dejó la suya en el suelo para recogerla después, y colgó la chaqueta de él en la silla, colgó encima la camisa y la corbata, dobló los pantalones con cuidado para no arrugarles la línea, y le puso encima las llaves, la navaja y el dinero que se le habían caído de los bolsillos. El aire del cuarto se refrescaba por la tormenta, así que se puso el camisón rosado de una seda tan pura que le erizó la piel. El hombre, dormido de costado y con las piernas encogidas, le pareció un huérfano enorme, y no pudo resistir una ráfaga de compasión. Se acostó a sus espaldas, lo abrazó por la cintura, y el vaho amoniacal de su cuerpo ensopado de sudor le llegó al alma. Él soltó un resuello áspero y empezó a roncar. Ella se adurmió apenas, y despertó en el vacío del ventilador eléctrico cuando se fue la luz y el cuarto quedó en la fosforescencia verde de la laguna. Él roncaba entonces con un silbido continuo. Ella empezó a teclear en sus espaldas con la punta de los dedos por simple travesura. Él dejó de roncar con un sobresalto abrupto y su animal exhausto empezó a revivir. Ella lo abandonó por un instante y se quitó de un tirón la camisa de noche. Pero cuando volvió a él fueron inútiles sus artes, pues se dio cuenta de que se hacía el dormido para no arriesgarse por tercera vez. Así que se apartó hasta el otro lado de la cama, volvió a ponerse la camisa y se durmió a fondo de espaldas al mundo.
Su horario natural la despertó al amanecer. Yació un instante divagando con los ojos cerrados, sin atreverse a admitir el latido de dolor de sus sienes ni el mal sabor de cobre en la boca, por el desasosiego de que algo ignoto la esperaba en la vida real. Por el ruido del ventilador se dio cuenta de que había vuelto la luz y la alcoba era ya visible por el alba de la laguna.
De pronto, como el rayo de la muerte, la fulminó la conciencia brutal de que había fornicado y dormido por la primera vez en su vida con un hombre que no era el suyo. Se volvió a mirarlo asustada por encima del hombro, y no estaba. Tampoco estaba en el baño. Encendió las luces generales y vio que no estaba la ropa de él, y en cambio la suya, que había tirado por el suelo, estaba doblada y puesta casi con amor en la silla. Hasta entonces no se había dado cuenta de que no sabía nada de él, ni siquiera el nombre, y lo único que le quedaba de su noche loca era un tenue olor de lavanda en el aire purificado por la borrasca. Sólo cuando cogió el libro de la mesa de noche para guardarlo en el maletín se dio cuenta de que él le había dejado entre sus páginas de horror un billete de a veinte dólares.



sábado, 19 de abril de 2014

Mrs. Doubtfire y Robin Williams vuelven a la pantalla grande

Mrs. Doubtfire y Robin Williams vuelven a la pantalla grande

Se filmará una segunda parte de la comedia a 20 años de su estreno. Pierce Brosman y Sally Field volverán a interpretar a sus personajes.

Mrs. Doubtfire y Robin Williams vuelven a la pantalla grande . (Internet)
Mrs. Doubtfire y Robin Williams vuelven a la pantalla grande . (Internet)

(peru21.pe). Los productores de la película Mrs. Doubtfire, protagonizada por el actor Robin Williams, informaron que la hilarante comedia volverá a la pantalla grande con una segunda parte luego de 20 años.

Según informó el cineasta Chris Columbus, el guión de la cinta ya se encuentra en proceso de redacción, y estará a cargo del escritor David Berenbaum. Además, los actores Robin Williams, Pierce Brosman y Sally Field volverían a interpretar a sus recordados personajes.

Columbus aún no ha dado a conocer la fecha en que se iniciará el rodaje del filme.

jueves, 17 de abril de 2014

Murió Cheo Feliciano

El cantante Cheo Feliciano muere en un accidente de tránsito en Puerto Rico

Cheo Feliciano Foto: Reproducción
Foto: Reproducción

(Terra). El cantante de salsa Cheo Feliciano murió hoy en Puerto Rico en una accidente de tráfico con el vehículo que conducía y en el que no llevaba puesto el cinturón de seguridad, confirmó a Efe el coordinador de Tránsito de la Policía de Puerto Rico, Jorge Hernández Peña, en el lugar de los hechos.

Cheo Feliciano, cantante de 'Amada mía' o 'Anacaona', de 78 años, regresaba en el momento del accidente, a las 04.13 horas (08.13 GMT), a su casa en la localidad de Cupey (a las afueras de San Juan) en un Jaguar que se estrelló con fuerza contra un poste de cemento, lo que causó su muerte en el acto.

El cuerpo de José Luis Feliciano Vega, su verdadero nombre, fue retirado del lugar del accidente pasadas las 06.30 horas (10:30 GMT), mientras que su vehículo permaneció durante horas al margen de la carretera 176, en las inmediaciones del restaurante Ponderosa, a escasos metros de su residencia.

El que fuera cantante de la orquesta Joe Cuba en Nueva York, nacido en la ciudad de Ponce el 3 de julio de 1935, manejaba su vehículo sin el cinturón de seguridad puesto, por lo que el fuerte impacto le provocó su muerte inmediata, relató Hernández Peña.

Uno de los hijos de Cheo Feliciano, que se mantenía en activo grabando y viajando pese a padecer un cáncer, acudió al lugar del suceso y dijo a los periodistas que no sabía por qué su padre llegaba tan tarde a casa, aunque explicó que estos días estaba preparando una actuación para este fin de semana en Acapulco.

"Fuimos vecinos puerta con puerta durante 40 años y jamás tuvimos un problema. Siempre andaba bregando con el jardín", recordaba hoy aún impresionado Herminio Nieves, vecino de Cupey, en declaraciones a Efe.

lunes, 7 de abril de 2014

Muere a los 25 años la hija del rockero y activista Bob Geldof

Muere a los 25 años la hija del rockero y activista Bob Geldof

Sam Peaches
Peaches, de 25 años, murió por causas desconocidas.
Peaches Geldof, segunda hija del rockero y activista irlandés Bob Geldof y la fallecida presentadora de televisión Paula Yates, murió a los 25 años por causas todavía desconocidas en Reino Unido.
Casada y con dos hijos, las autoridades trabajan ahora en esclarecer las circunstancias del fallecimiento de la joven, que fue declarada muerta por el servicio de ambulancias.
La noticia fue confirmada por su familia en una declaración en nombre en la familia en que escribió: "Peaches ha muerto. Estamos más allá del dolor".
"Era la más salvaje, divertida, inteligente y la más alocada de todos nosotros. Escribir 'era' me destruye por dentro. Qué niña bonita. ¿Cómo es posible que no la vayamos a volver a ver? ¿Cómo se soporta esto? La queríamos y la recordaremos para siempre", dice el comunicado firmado por su padre, la pareja de éste y sus hermanos Fifi, Pixie y Tiger.
Su marido, el músico Thomas Cohen, hizo pública una declaración diciendo: "Mi amada mujer Peaches era adorada por mí y nuestros dos hijos… Los criaré con su madre en sus corazones todos los días. La querremos para siempre".
La policía informó que se recibió una llamada desde una dirección en Kent (sudeste), acerca del estado de salud de una mujer en la tarde del lunes.
"En este momento, la muerte está siendo tratada como inexplicable y repentina", dijo en un comunicado la policía de Kent.

Periodista y modelo

Nacida en 1989, Peaches Honeyblossom Geldof inició su carrera en medios de comunicación a la edad de 15 años, cuando empezó a escribir una columna para la revistaElle.
Tras irse de casa a los 16 años, empezó a contribuir con The Telegraph y The Guardian, así como con programas de televisión de ITV.
También trabajó como modelo y era habitual de los eventos de moda en Nueva York y Londres. De hecho, la semana pasada fue vista en el lanzamiento de una línea de ropa en la capital británica.

Muerte de su madre

peaches_geldof_y_thomas_cohen
Peches Geldof estaba casada con el músico Thomas Cohen.
Su padre se hizo famoso con el grupo The Boomtown Rates y es muy conocido, sobre todo en Reino Unido, por su activismo contra la pobreza.
En 1984 fundó la organización benéfica Band Aid para recaudar fondos contra la hambruna en Etiopía. Además, organizó los conciertos "Live Aid" en 1985 y "Live 8" en 2005.
Peaches Geldof estaba casada con Thomas Cohen, con quien tenía dos hijos, y perdió a su propia madre cuando tenía sólo 11 años.
Paula Yates murió a los 41 años de una sobredosis de droga en septiembre de 2000.
En una entrevista a la revista Elle en 2012, Peaches dijo que no pudo recuperarse de la muerte de su madre por varios años.
"Recuerdo el día en que mi madre murió y es difícil hablar de ello. Fui a la escuela al día siguiente porque la mentalidad de mi padre es 'cálmate y sigue adelante'", dijo.
"Así que todos fuimos a la escuela y tratamos de actuar como si nada hubiera pasado. Pero pasó, no hice luto. No lloré en su funeral, no pude expresar nada porque estaba insensibilizada a todo. No empecé a hacer luto por mi madre adecuadamente quizás hasta los 16".
Geldof dijo que experimentó con las drogas cuando era adolescente, pero que "nunca fue salvaje".
Estuvo casada con el rockero Max Drummey, pero la pareja se separó en 2009, después de seis meses de matrimonio.
Su último mensaje desde su cuenta de Twitter este domingo fue una foto suya en brazos de su madre.

Los 60 de Jackie Chan: 10 datos de la estrella del kung fu

Los 60 de Jackie Chan: 10 datos de la estrella del kung fu

El famoso actor está de cumpleaños y lo celebramos con estas curiosidades  

Los 60 de Jackie Chan: 10 datos de la estrella del kung fu
(AP)

ÁNGEL HUGO PILARES 
El Comercio
1. Chan Kong-Sang (ese es su nombre real) nació en la cuna de un hogar pobre. Tan pobre que algunos medios aseguran que estuvo a punto de ser vendido por sus padres a un médico británico que vivía en Hong Kong por 26 dólares. Felizmente, su padre consiguió trabajo como cocinero en la embajada de Francia, lo que significó una mejora impresionante para la economía familiar.

La familia no es solo la sangre. Es también a quién amas y quién te ama

2. Ya puestos en ello, cuando sus padres se fueron a trabajar a la embajada de EE.UU. en Australia, decidieron que el joven Jackie --de 7 años-- debía ir a la escuela de Ópera de Beijing. Estuvo ahí durante diez años sometido a 19 horas diarias de duro entrenamiento y terminó ejercitándose en danza, canto, gimnasia, artes marciales y boxeo.
3. Gracias a estos estudios, Jackie Chan pudo actuar como doble en películas de artes marciales. En una de ellas, "Operación Dragón" incluso combatió contraBruce Lee, quien le pegó tan fuerte que hasta le pidió disculpas, lo que valió para que se hicieran amigos.

4. Hay quien dice que Jackie Chan buscó operarse los ojos para parecer un poco occidental, en una movida marquetera que le permitiría parecer exótico en China y que le abriría las puertas del mercado estadounidense. ¿Tú crees? Mejor mira estas imágenes.

5. De lo que sí ha sido operado el buen Jackie es de lesiones. Solo por decir algo, se ha roto los dos tobillos, los dos pómulos, la rodilla, la nariz (en tres ocasiones) y todos los dedos de las manos.  En su clásica "La armadura de Dios" se cayó de 12 metros de altura y la fractura de cráneo que sufrió nunca se cerró por completo. Todo por su afán de no usar dobles en la mayoría de escenas de acción. Acá puedes ver los peores accidentes de su carrera, explicados por el propio Jackie Chan.
6. Jackie Chan está separado de su esposa, con quien tiene un hijo de 31 años que se llama Jaycee Chan. Jackie y Lin Feng Jiao se casaron cuando ella tenía 8 meses y medio de gestación. Sin embargo, este no sería el único retoño del actor: se afirma que tendría una hija de 15 años, fruto de una relación con la ex miss China Elaine Wu.

Él es el hijo de Jackie Chan.

7. Como buen hombre de negocios, Jackie Chan tiene una agencia llamada The Jackie Chan Group. Fue idea del actor, justamente, la creación de una banda de K-Pop, de nombre JJCC, que debutó el 20 de marzo y cuya agenda él mismo maneja.



8. Jackie Chan también canta (y no lo hace mal)

9. Jackie Chan es también un meme. Incluso, cuando lo descubrió, el actor lanzó este post en su Facebook oficial.

Did you know this?
10. Jackie Chan nos ha regalado escenas para morir de risa, pero quizás la más alucinante es esta, en la que se disfraza de una serie de personajes del videojuego Street Fighter (incluyendo Chun Li).


Muere el veterano actor Mickey Rooney

Muere el veterano actor Mickey Rooney

Redacción
BBC Mundo


El veterano actor estadounidense Mickey Rooney, quien fue una de las estrellas infantiles más famosas de la historia de Hollywood, falleció este domingo a los 93 años, según confirmó la policía de EE.UU.
Nacido en Brooklyn, comenzó su carrera a los 18 meses, actuando con sus padres, Yule y Carter, en un espectáculo teatral de variedades (vaudeville). Nunca se retiró.
Ya en 1965 Rooney había actuado en 200 películas, que habían ganado unos US$3.000 millones alrededor del mundo.
Según destaca desde Los Ángeles el corresponsal de BBC Mundo Jaime González, en sus más de ocho décadas de actividad, el actor también se labró una exitosa carrera en la televisión: ganó un Emmy y fue nominado en otras tres ocasiones a ese premio.
Rooney fue candidato al Óscar en cuatro oportunidades por las películas Babes in Arms ("Los hijos de la farándula", 1939), The Human Comedy ("La comedia humana", 1943), The Bold and the Brave ("Amanecer sangriento", 1956) y The Black Stallion ("El corcel negro", 1979).
Al final le otorgaron dos estatuillas honoríficas, una a la promesa juvenil en 1939, que compartió con Deanna Durbin, y otro en 1983 por toda su carrera. El actor también fue candidato en 1980 a un premio Tony, que enrega la industria teatral.
El actor y director británico Laurence Olivier se refirió a él como "el mejor actor de cine que Estados Unidos ha producido".

Ocho mujeres

Mickey Rooney
Mickey Rooney entró al mundo del espectáculo desde muy pequeño.
Rooney estuvo casado en ocho ocasiones, siendo su matrimonio más célebre el que lo unió a Ava Gardner en 1942.
Consultado sobre si se casaría con todas sus mujeres de nuevo, Rooney respondió: "Absolutamente. Me encantó cada una de ellas".
También aconsejó en una ocasión: "Siempre cásate temprano por la mañana. De esta manera, si el matrimonio no funciona, no habrás perdido todo el día".
Esta leyenda del espectáculo fue declarada en quiebra a principios de los años 60.
Gran parte de su dinero iba a parar a la pensión alimentaria de sus exesposas y a un estilo de vida en el que los gastos superaban a las ganancias.
Mickey Rooney con Ava Gardner
Con Ava Gardner, una de sus ocho mujeres.
Inicialmente llamado Joe Yule Junior, apenas tenía seis años cuando tuvo su primer papel en el cine mudo como un enano fumador de puros en la comedia Orchids and Ermine (1927).
En 1937 el actor personificó Andy Hardy en la película A Family Affair ("El honor de la familia"), en la que interpretaba al hijo de un juez de un pueblo pequeño. El filme fue un éxito de taquilla y fue seguido por una serie de filmes que lo mantuvieron en la cima durante ocho años.

Con grandes divas

Al mismo tiempo, una serie de musicales lo emparejaron con otra célebre estrella juvenil, Judy Garland.
En National Velvet ("Fuego de juventud") también compartió pantalla con otra de las grandes divas de Hollywood: Elizabeth Taylor.
Pero a pesar de su éxito, Rooney admitió que su fama le había obligado a crecer demasiado rápido. A los 30 años dijo que se sentía como una persona de 100.
Tras la crisis que vivió en los años 60, su carrera disfrutó de un renacimiento con la película Pete's Dragon ("Mi amigo el dragón"), en 1977, y su obra Sugar Babies que fue un éxito en Broadway a fines de los 70.
Fiel a su lema "nunca retirado pero inspirador", Rooney continuó trabajando en cine, televisión y teatro hasta bien entrados los años 80.
Mickey Rooney


domingo, 6 de abril de 2014

Capitán América le da una paliza a Noé

"Capitán América" logra récord de taquilla en EE.UU y Canadá

Cinta del héroe de Marvel superó el récord establecido en 2011 por "Rápidos y furiosos 5" en su primera semana de estreno


"Capitán América y el soldado de invierno", la secuela del filme de Marvel del 2011, obtuvo 96,2 millones de dólares de taquilla en su primer fin de semana en Estados Unidos y Canadá, fijando un récord de estreno en abril.

La superproducción superó de esta manera a  "Noé", el relato bíblico con Russell Crowe como protagonista.

"Capitán América 2", que tiene como protagonista a Chris Evans, rebasó fácilmente el récord de abril establecido por "Rápidos y furiosos 5", que recaudó 86,2 millones de dólares en su fin de semana de estreno en el 2011.

"Noé", por su parte, quedó en segundo lugar con 17 millones de dólares en entradas vendidas entre el viernes y el domingo y lleva recaudado 72,3 millones de dólares en total en Norteamérica desde su estreno el fin de semana pasado.

El filme de acción "Divergent" terminó en tercer lugar con 13 millones de dólares para alcanzar un total de 114 millones de dólares desde que llegó por primera vez a las salas de cine de Estados Unidos y Canadá el 21 de marzo.

sábado, 5 de abril de 2014

José Wilker falleció a los 66 años

José Wilker falleció a los 66 años

El popular actor brasileño dejo de existir en su casa de Río de Janeiro, al parecer, por una falla cardiaca.

José Wilker murió a los 66 años. (Internet)
José Wilker murió a los 66 años. (Internet)

(peru21.pe). El actor brasileño José Wilker, recordado por su participación en varias telenovelas de su país, falleció hoy a los 66 años en su casa de Río de Janeiro, aparentemente, a causa de una falla cardíaca, según medios locales.

El artista es recordado por su participación en telenovelas como La Próxima Víctima (1995), Suave Veneno (1999) y Señora del Destino (2004); así como por la película Doña Flor y sus dos maridos (1976).

Óscar Avilés, el hombre que escribió la historia del criollismo

Óscar Avilés, el hombre que escribió la historia del criollismo

La primera guitarra del Perú falleció esta mañana a los 90 años de edad. Aquí un repaso por lo que fue su vida

Óscar Avilés, el hombre que escribió la historia del criollismo
Óscar Avilés en una visita a El Comercio (Foto: Archivo de El Comercio)

"Cantaron una jarana,
San Pedro dijo: ¿quién es?
Y el Padre eterno le responde:
Ese es Oscar Avilés".
Porfirio Vásquez.

(elcomercio.pe). Hablar de Óscar Avilés es hablar de la historia de nuestra música. Como decían sus amigos: “Su vida es la vida del criollismo resumida en una única biografía”.  Su historia nos remonta a marzo de 1924. Al Callao, para ser más precisos. En una ironía del destino: el hombre que le enseñó a tocar guitarra a más de una generación nació a unas cuadras de la “Plazuela de los Burros”, en el centro histórico chalaco.

Su familia, que no ostentaba comodidades, tenía como mayor bien sus muchos talentos. Su padre, aunque trabajaba como fotógrafo, tocaba con destreza cinco instrumentos y, como sabía lo dura que podía ser la vida con aquellos que optaban por la música como profesión, intentó prevenir al pequeño Óscar, que ya mostraba cierto interés por el arte.



Cuando se le preguntaba a Avilés en qué año cambió todo para, él recordaba su adolescencia. Su padre lo escuchó ensayando a escondidas con su guitarra y, al comprobar lo bueno que era, lo invitó a no dejar atrás su ilusión. Un encuentro ocurrido poco tiempo después le daría un giro a esta historia y convencería a Óscar a continuar con su determinación de convertirse en músico.

Andrés Segovia, la leyenda española de la guitarra clásica, había llegado a Lima y el padre de Avilés le había hecho unas fotos bajando del avión y entrando a su hotel. Entonces, le encargó a su hijo que se las lleve personalmente y allí, en la habitación 303, Óscar, de 13 años de edad, se lo dijo: “Quiero ser guitarrista profesional”.

EL CAMINO DE LA LEYENDA

Óscar Avilés, que ya había recibido clases en el conservatorio de música y tenía como maestros a Juan Brito e Isidoro Purizaga, cumpliría con el anhelo que le confesó a Segovia a los 15 años de edad: se convirtió en músico de tiempo completo al integrarse como cajonero al dueto "La Limeñita y Ascoy”.

En 1943, cuando ya había pasado esta etapa y se encargaba de la música en Radio Mundial con el trío Avilés-Núñez-Arteaga, Óscar fue bautizado como “la primera guitarra del Perú” por el periodista Roberto Nieves del diario “La Noche”, el mismo que organizaba un concurso para encontrar al mejor grupo musical de las emisoras de entonces. Avilés no pasaba de los 18 años, pero la vida le guardaba más sorpresas.

En el 46 se uniría a Los Trovadores del Perú, junto con Miguel Paz, Oswaldo Campos y Panchito Jiménez. Luego formaría parte del trío Los Morochucos, quienes redefinieron el vals criollo, llevándolo del ámbito cantinero a los grandes salones de la Lima de entonces.

La influencia de Avilés se hizo sentir fuertemente gracias a su peculiar manera de tocar la guitarra, que no solo fungió de acompañante a la voz principal, sino de sólido y legítimo interlocutor de los cantantes, además de crear patrones musicales que funcionaban como prólogo y epílogo a las canciones que se interpretaban.

EL LEGADO

Con Los Morochucos estuvo desde  1947 hasta 1952, año en el que fundó la primera Escuela de Guitarra de estilo criollo, la cual mantuvo sus puertas abiertas hasta 1967.



En los años sesenta y setenta dos duetos marcarían su trayectoria musical: El primero, al lado de Chabuca Granda, con quien grabó las canciones más famosas que escribiera la dama del criollismo. El segundo, con el recordado 'Zambo' Cavero, quien grabaría con Avilés sus discos definitivos.

No sería de extrañar, entonces, que en 1987 la Organización de Estados Americanos (OEA) lo distinguiera – junto a Jesús Vásquez, Arturo "Zambo" Cavero, Luis Abanto Morales y Augusto Polo Campos- con el título de "Patrimonio Artístico de América". Ese mismo año, el Ministerio de Educación le otorgaría las "Palmas Magisteriales”.

Y es que, a diferencia de otros grandes nombres de nuestra música, a Avilés no le faltaron las distinciones en vida: no solo tuvo el reconocimiento del público, quienes siempre lo mantuvieron en la popularidad, sino que también pudo presumir el ser uno de los pocos músicos que ha acudido a la inauguración de una calle con su nombre. Y es que en 1995, el Municipio del Callao decidió bautizar como Óscar Avilés a la calle Zepita, en cuyo número 653 creció y vivió.

EL FINAL

A los 87 años de edad, el maestro Avilés empezó a sufrir los primeros golpes en su salud. En marzo del 2011 perdió el equilibrio al bajar de unas escaleras y debió someterse a una operación en el brazo. Luego vendrían una seguidilla de problemas que vendrían siendo reportados en los medios: fue internado de emergencia en la Clínica Ricardo Palma debido a que se le bajó la presión, fue trasladado al hospital Edgardo Rebagliati donde los médicos descubrieron que presenta problemas renales y un cuadro de deshidratación y, en el 2014, regresó al nosocomio esta vez por un mal cardíaco que fue fulminante.

“Me falta todavía mucho por hacer”, solía decir el incansable Avilés en sus entrevistas. Y, nosotros estamos convencidos de que, con su legado, esta historia no se acaba.



Seguidores

Archivo del blog

Datos personales